top of page

Motivación externa y aprobado general

La última decisión educativa, en este tiempo tan triste y especial de confinamiento, de terminar el curso escolar con un aprobado general me genera como profesora un sentimiento de frustración y de injusticia al empatizar con la mayoría del alumnado que ha trabajado medianamente bien en los dos primeros trimestres y comprueban como los compañeros/as más vagos, molestos e irrespetuosos van a disfrutar de un regalo inmerecido.


Sin embargo, a pesar de estos sentimientos en un principio difíciles de gestionar subyace la realidad con toda su dureza y crueldad: hemos perdido nuestra libertad, algunos también a seres queridos y la tenemos incertidumbre y el miedo instalados en el sofá de casa.

Esta lección de vida no se aprende en el aula. Cuando el próximo curso escolar vuelvas al patio no importará si el compañero/a pasó de curso "por la cara". Importa si tú vuelves con una mayor conciencia social, si vuelves más paciente, compasivo y tolerante y menos arrogante, si te posicionas frente a las injusticias diarias en el aula, si actúas con conciencia y no por conveniencia...


Y muchos profesores (incluida yo), cuando volvamos al patio debemos haber reflexionado sobre una pregunta relacionada con ese aprobado general.

Si se me ha venido el mundo encima con la decisión unilateral de dar aprobado general pensando en cómo a partir de ahora motivar a mis alumnos para que continúen trabajando es porque algo no estaba funcionando. Si lo primero que he pensado es que no puedo poner una nota final y acto seguido van a dejar de trabajar, es que mi enfoque está confuso.


Si hasta ahora siempre los he acostumbrado a orientarse hacia una calificación, si primaba la calificación a la evaluación, ¿lo estaba haciendo bien? ¿Los orientaba a una actividad educativa basada en la recompensa externa de la calificación, la cuál utilizaba incluso en ocasiones como herramienta de castigo y chantaje?


Ahora el producto final es igual para todos.

Quizá había un problema nunca visto como problema y este tiempo de reflexión impuesto nos sirva para recapacitar sobre mi hacer en el aula para volver también el curso próximo con una idea más ajustada a una labor educativa evaluativa y no sólo calificativa.


Una sociedad en la que las personas se mueven por motivaciones externas, todo tiene un precio, no hay nada gratuito. Yo no quiero, con mi labor docente, contribuir a regirse únicamente por recompensas y fomentar en mis alumnos una ley de mínimos.

La motivación externa es cortoplacista y efímera y el profesor o la familia que intente enseñar sin inspirar o a base de castigos y premios recibirá meras respuestas automáticas.


Repensemos y sobre todo, actuemos. Somos de E.F. ¿qué vamos a hacer si no?

Ánimo porque replantearse una labor profesional defendida como válida durante años y llegar a darme cuenta de mis errores, no es nada agradable. Te tambalea e incomoda pero peor sería ahora que soy consciente de mis fallos, quedarme en mi zona de confort y no darme por enterada.

Obviamente NO. He decidido un cambio de modelo metodológico que intentaré llevar a mi aula cuando esté incorporada. Cómo he llegado a este punto de inflexión sería objeto de otra nota y quizá bastante interesante pero por el momento y si nadie tiene esa curiosidad, no lo tengo en mente.


Como siempre, MUÉVETE lo que tus circunstancias te permitan (las que todos tenemos ahora no son las mejores) pero muévete, el sedentarismo nunca puede ser una opción.










Comments


CONTACTO y DUDAS

¡Gracias por tu mensaje! Te responderé lo antes posible.

© 2023 by Salt & Pepper. Proudly created with Wix.com

bottom of page